A menudo (muy a menudo), cuando explicamos cómo invertir a largo plazo, nos suelen decir: “Si es tan fácil, ¿por qué no todo el mundo lo hace?”.
La respuesta es la siguiente: no es tan fácil. Al menos psicológicamente. De hecho, es sencillo, pero no fácil. Invertir a largo plazo es una de esas cosas que son realmente útiles a la hora de establecer una clara diferencia entre estas dos palabras: “sencillo” y “fácil”.
En este breve post os voy a explicar por qué.
Primer error: confundir “sencillo” con “fácil”. El mecanismo o el proceso de inversión es sumamente más sencillo de lo que nos han hecho creer. Basta con invertir periódicamente con una buena asignación de activos (asset allocation) al más bajo coste posible y mantener el rumbo en el largo plazo. Pero sencillo no es sinónimo de fácil.
Todo el mundo se fija en el recorrido de los años de inversión de un solo vistazo. Así, uno ve cómo al invertir cinco mil euros cada año desde 1998 hasta 2017 en un índice como el S&P 500 se hubieran obtenido 161.911,16€ de plusvalía, que unidos a los 100.000€ aportados a lo largo de dicho período da un total de 261.911,16€.
Pero, este proceso tan sencillo no es tan fácil de vivir en la realidad. Observemos el camino del inversor para el período propuesto desde 1998 hasta 2017 invirtiendo cinco mil euros al año en el S&P 500 (lo cual sería destinar al ahorro a largo plazo sólo un 12,5% sobre unos ingresos anuales de 40.000€).
PRIMER LUSTRO: te empiezas creyendo mejor que Buffett y terminas con depresión
Año 1 (1998): invierto 5000€ y tengo 6430 € al final del año. Subidón de autoestima y de autoconfianza. Guay: soy un genio de las finanzas; los compañeros de trabajo no tienen ni idea. Yo sí sé de qué va esto, y blablabla.
Año 2 (1999): llevo 10.000€ invertidos y ya tengo en total 13.830€. Esto está chupado (aquí el confirmation bias basado en lo bueno que uno es invirtiendo en Bolsa es ya radical: dos años invirtiendo en Bolsa con cierta rentabilidad bastan para que muchos se crean mejores que Benjamin Graham). Para más inri: todos los medios de comunicación ese año vapuleaban al considerado mejor inversor de la Historia: Warren Buffett, ya que éste llevaba un -19,9% en términos de valor de mercado; mientras que el S&P 500 ofrecía un 21%. Claramente Buffet es idiota, no como yo.
Año 3 (2000): llevo ya invertidos 15.000 € y tengo 17.116,74 €. No está mal, pero la película que me contaron acerca de la supuesta “magia del interés compuesto” era un pelín exagerada… Ya son tres años y aún no soy millonario… y encima luego a ver cuánto se lleva Hacienda cuando quiera sacar mi dinero. ¿Y si ahora baja encima la Bolsa? Os aseguro por experiencia tratando con centenares de inversores particulares que a la inmensa mayoría de ellos sólo tres años les empieza a parecer más largos que la condena padecida por el Edmundo Dantés. Y eso así aunque vayan ganando algo de dinero. Imaginad cuando venga el zasca… que vendrá.
Año 4 (2001): O sea: llevo invertidos 20.000 € y tengo 19.484,85 €. Los del trabajo de quienes me burlaba se burlan ahora de mí: ojalá hubiera hecho ese depósito garantizado con los de “mi” banco. Ellos sí que se desvelan por mis cuitas… y no estos de “la Bolsa”, donde sólo ganan los ricos… De todos modos, jolines, voy a ver si sube y me largo de aquí. Y Hacienda, es que no me lo quito de la cabeza… ¿Vendo mis acciones en pérdidas y las computo como minusvalía para equilibrar los gastos de los libros del cole de los niños? Aquí algunos ya incluso se creen avezados asesores fiscales, zorros astutos del manejo de tributos.
Año 5 (2002): invierto 5.000€ más y ya llevo 25.000€ invertidos… ¡Y tengo 19.073,70€! Esto es para llorar. ¡Después de cinco eternos años! Os aseguro de nuevo que en cinco años son bastantes los que esperaban haber doblado su capital. Aquí es vital entender que nunca hay que mirar el dinero “que tienes”, porque al invertir en Bolsa no tienes dinero, tienes un número determinado de acciones de las cuales eres dueño. Sí: tan dueño como lo eres de tu piso o de tu coche. ¿Vas a vender algo que realmente vale más dinero que esos 25.000€ que has invertido porque el mercado te lo quiera comprar por 19.073,70€? Hombre, pues visto así, tienes razón… Es que así es la única forma de verlo: actúa como propietario de acciones de algunas de las mejores empresas del planeta. ¿No era eso por lo que querías invertir en el S&P 500?
SEGUNDO LUSTRO: atraviesas el desierto y parece que llegas a un oasis
Año 6 (2003): llevo invertidos 30.000 € y mis acciones valen 30.982,85€. Al menos me he recuperado… Pero, hombre, padecer seis largos años para “ganar” 982,85€ antes de impuestos, pues no me mola. “La magina del interés compuesto”, “la magia del interés compuesto”, ¡pamplinas! Tenía que haber amortizado hipoteca, tal y como me dijo mi cuñado (se refiere a ese ‘experto’ cuñado que siempre se ha dedicado a eso de invertir… su tiempo detrás del mostrador de la panadería familiar). Aquí, os lo aseguro, 8 de cada 10 inversores particulares han tirado la toalla: o bien han sacado todo el dinero o bien lo han movido todo a una cartera 100% “Conservadora”. Ocho de cada diez acaban de renunciar a la casi única y más enorme ventaja de las que goza el inversor particular: el paso del tiempo y el hecho de no tener un jefe soplándote en la nuca, tal y como les sucede a tantos y tantos gestores de fondos profesionales. El inversor particular aquí se puede permitir el lujo brutal de estarse quieto, y de invertir el doble en estos momentos de caída.
Pausa: recordemos que este artículo lo hemos comenzado comentando que todo el mundo al ver la gráfica dice que qué fácil, que si invertir 100.000€ durante 20 años nos hace tener 261.911,16€ al final, todo el mundo lo haría. Insisto: el ejercicio es real, con los datos reales del S&P 500, y lo que realmente han hecho 5000€ invertidos cada año en ese período 1998-2017. Pero si hacemos el camino pasito a pasito, año a año, con las cifras reales, ¿a que lo sencillo no es fácil de llevar a cabo? El camino es duro. Extremadamente duro. La entereza emocional, el control de las emociones, es vital: “Las personas que no pueden controlar sus emociones no son aptas para obtener beneficios mediante la inversión”, dijo Benjamin Graham (maestro de Warren Buffett). La entereza emocional determina en gran medida la posibilidad del inversor de conseguir mantenerse en el mercado (no hablamos ni siquiera de batir al mercado).
Año 7 (2004): Llevo invertidos 35.000€ y tengo 39.904,98€. Bueeeeno. Paciencia (que ya me queda poca, la verdad).
Año 8 (2005): Bien: 40.000€ invertidos y 47.105,32… esto se anima. Siempre lo dije: qué ‘pringaos’ los de la oficina con sus depósitos garantizados, muojuojuo. A estas alturas, los pocos que sobreviven han olvidado todo lo relativo al interés compuesto, su magia, su eficacia y lo bien que funciona para los pacientes. Generalmente, la Bolsa es el mecanismo más eficaz para que el dinero de los impacientes pase al bolsillo de los pacientes. Otra cosa es que muchos son “pacientes” a regañadientes, porque a la fuerza ahorcan. Pero los que son pacientes por propio convencimiento tienen una ventaja: hacen el mismo camino sin sufrir úlceras de estómago.
Año 9 (2006): Veamos: 45.000€ invertidos y tenemos ¡60.337, 97€! No está mal, han sido nueve largos años, pero no está mal. Eso es: nueve largos años. El tiempo es un gran aliado del inversor, pero sufrir su paso es el precio que hay que pagar. Como muchos renuncian a hacerse ricos lentamente, prefieren arruinarse rápidamente con “inversiones” más vistosas o más de moda, cosas que molan y que no son tan aburridas.
Año 10 (2007): Llevo invertidos 50.000€ y el S&P 500 me ha llevado a los 68.931,55€, ya me queda menos para llegar a mis primeros 100.000€, que es lo que un tal Jorge Sieiro (¿o era Charlie Munger?) recomendaba en no sé qué artículo que me leí… Nuestro amigo no lo sabe, pero sólo va por el ecuador del ejemplo de inversión que proponemos en este artículo, y está a las puertas del 2008. Pobre. Lo que tampoco sabe es que él ha comenzado su etapa como inversor en el peor quindenio de Bolsa jamás conocido: 1999-2014. Volveremos sobre este último dato.
TERCER LUSTRO: esto se empieza a parecer a la realidad verdadera
Año 11 (2008): ¡Once años invirtiendo, 55.000€ puestos de mi bolsillo, y mis acciones valen 46.576,88€! ¿Entendéis ahora por qué muchos desesperan? Invertir a largo plazo puede suponer perfectamente que tras once años de inversión aún no se haya ganado dinero. Pero precisamente en estos momentos de turbulencia es cuando comprar acciones en rebajas es tan sustancialmente rentable. Aquí habría que invertir otros 5.000€ ó 10.000€ extra… o al menos eso dice la teoría. Pero es a la hora de la verdad es cuando hay que aplicar la teoría. ¿Cuál es el error que se comete en todo este proceso? En que la gente se fija en el valor liquidativo en lugar de fijarse en lo verdaderamente importante durante el proceso: el número de acciones que soy capaz de ir comprando. ¡Sé un comprador nato: aporta en momentos de caídas!
Año 12 (2009): Esto es una locura: llevo 60.000€ invertidos y mi cartera ha subido desde los 46.576,88€ tras el crash del año pasado hasta los 65.244,75€. Yo nunca dudé de que esto sucedería, evidentemente. Evidentemente… no: el proceso de inversión exige disciplina y marcar a fuego nuestro círculo de competencia. Ante todo, nadie es capaz de adivinar el futuro. “Si algo he notado durante estos últimos 60 años en Wall Street, es que la gente no es capaz de predecir lo que va a pasar en los mercados” (Benjamin Graham). Y Buffett, al respecto, dice: “Nunca he tenido la más mínima idea de lo que la bolsa va a hacer en los próximos seis meses o el próximo año o los próximos dos años”. Aquí es cuando muchos, de haber llegado vivos a este punto, fracasan: se salen del mercado en el instante en el que éste se recupera. Es tan difícil aguantar las ‘ganancias’ como soportar las ‘pérdidas’. Lo mejor es continuar con el plan establecido a menos que tu situación personal haya cambiado drásticamente.
Año 13 (2010): Vaya, a pesar de que sólo han pasado dos años tras la mayor crisis de la historia tras el crack de 1929, mis 65.000€ e invertidos ya me han llevado a los 80.851,71€. Nuestro amigo no lo sabe, pero realmente este es el objetivo: comprar, mantener, comprar más en periodos de caída y olvidarse del “ruido” de los mercados. Así de sencillo, así de mecánico. Así de aburrido. Así de eficaz.
Año 14 (2011): Llevo 70.000€ invertidos y mi inversión vale 87.654,60€. ¿Me compro ese apartamentito en la playa? Me han dicho que si lo alquilo le sacaré una buena rentabilidad… quizá mejor que esto tan aburrido de la Bolsa. Sí, aunque no lo creas, hay muchos que en este punto de su proceso de inversión todavía creen que el ladrillo podría ofrecer más rentabilidad anualizada que la renta variable.
Año 15 (2012): Este año me he leído un librito de John Bogle y se me quitó la idea del apartamento en la playa. Menos mal, porque mis 75.000€ invertidos ya me han llevado a superar los famosos cien mil de valor liquidativo: 107.479,33€. Bueno, también podría haber sido al contrario y que 2012 hubiera sido un año no tan bueno para nuestro amigo inversor. Autosatisfacerse en las ganancias o deprimirse en momentos bajistas es muy común y siempre hay que estar alerta y ser realista. Lo mejor sigue siendo mantener la mentalidad de propietario: “soy dueño de un número considerable de las mejores empresas del mundo y las voy a mantener”. Para un inversor particular, estar indexado a un buen índice al más bajo coste posible sigue siendo una receta de éxito.
CUARTO LUSTRO: esto va de paciencia, constancia y disciplina. Optimismo y pesimismo, ambos, pueden nublarte la vista
Año 16 (2013): Guau: llevo invertidos 80.000€ y mi inversión ya vale 148.922,63€. Ahora ya empieza a verse cómo aumenta la seguridad de la inversión: en el largo plazo la plusvalía generada sobre la cantidad principal invertida empieza a ser suficiente como para proteger ese principal ante las caídas.
Año 17 (2014): Llevo 85.000€ invertidos y mi inversión vale 175.010,03€. La cosa va cogiendo color. Observad que la cosa requiere paciencia: llevamos más de quince largos años. A muchos jóvenes de edad situada entre los 21 y los 31 el mero hecho de mencionarles de plazos de más de 10 años hace que les explote la cabeza… Es lo que tiene ser joven: se goza de la enorme potencia que supone disponer de un largo plazo de años para comenzar a invertir… pero se carece de la cabeza suficiente como para empezar a hacerlo bien. Al contrario, muchos empiezan a preocuparse por empezar a invertir a partir de los 50, donde ya se tiene cabeza, más entereza y experiencia vital… pero ya no se dispone de tanto tiempo por delante (aunque sí el suficiente).
Año 18 (2015): Continúo con mi plan de inversión periódica y aporto 5.000€ más, de modo que ya llevo invertidos 90.000€ y ya he logrado duplicar: tengo 182.530,17€.
Año 19 (2016): 95.000€ invertidos y valor de la cartera 210.033,8€.
Año 20 (2017): 100.000€ invertidos a lo largo de 20 años en el S&P 500 generaron 161.911,16€ de plusvalías, que sumado a lo invertido da un valor total de 261.911,16€.
Tal y como se ha podido observar, si compras activos de alta calidad –como los que figuran en un índice como el S&P 500–, eres paciente y sigues tu plan de inversión periódica, te irá bien incluso aunque pases unos años malos. El inversor del ejemplo que hemos detallado, además se ha enfrentado al peor quindenio conocido, ya que de los veinte años los que ha estado invirtiendo (1998-2017) engloban todo ese quindenio “desastroso”, que va de 1999 a 2014. El propio John Bogle, de feliz memoria, hizo hincapié sobre este quindenio.
Un dato importante es saber que si los 100.000€ invertidos a lo largo de esos 20 años a razón de 5.000€ cada año, se hubieran invertido los 100.000€ todos de golpe el primer año, en 1998, en el año 2017 la cartera tendría un valor de 401.690,94€. Es decir, hubiera sido mejor poner a capitalizar todo el dinero desde el primer momento. Lo que suele suceder es que muchas personas no disponen de un capital inicial importante y/o son inversores con poca experiencia, de modo que ir promediando poco a poco puede resultarles más cómodo psicológicamente. Si se empieza con una cantidad más grande (pongamos 25.000€) y luego se va aportando 5.000€ al año, el resultado en el S&P 500 para el mismo período hubiera sido de un valor de cartera total de 342.249,35€. La rentabilidad anualizada del S&P 500 para 1998-2017 ha sido un 7,20% anualizado.
¿Y ahora? ¿Has tenido experiencias similares? ¿Has tirado la toalla en momentos clave? ¿Te has planteado invertir? Todavía hay un dato más, el más importante: a lo largo de estas largas décadas del ejemplo el mejor modo de reducir errores es contar con la ayuda, acompañamiento y asesoramiento de un experto. Esta afirmación es válida para la inmensa mayoría de las personas: generalmente bastante tenemos con nuestro trabajo diario, el jefe, las cosas de casa, los niños, la familia… como para estar pendientes de una cosa más que es tan sencilla, pero tan difícil.
“Las grandes fortunas no se hacen comprando o vendiendo, sino esperando”